Como que me llamo Loli, se acabó. Todo. Me falta espacio y me sobra casa. Al fin y al cabo estoy sola, ya ves: Quique, el increíble hombre menguante, el lunes, el hombre invisible, a partir del miércoles y el ataque de los muertos vivientes, el sábado-noche. Y el niño, de pequeño, el bebé del exorcista que vino del pueblo de los malditos, si es que las siestas en verano son malas… Sólo me quedan Sally, destrozando el sofá, y Nexus reciclando zapatillas viejas, mis amigas y, sobre todo, mis libros, ellos sí que están siempre esperando; me hacen reír, llorar, me emocionan y hasta me hacen sentir tonta, pero no son crueles, son pacientes, si no puedes ahora, te esperan unos años.
Bueno, y siempre esta Violeta, qué cabeza… Pues eso, que ya vale de casa, me he apuntado al centro cultural para leer con mis amigas ¡Qué ilusión me hace! Sólo son dos días, pero nunca se sabe, aun así dos tardes menos de plancha, de verle la cara y la gomina a Dany, con lo mono que era, antes de los granos y el Messenger. A lo mejor tenemos profesor, no creo, después de la generación de Quique solo nacieron mujeres, bueno, y el Dany. Espero que no venga la fantasma del 36, le gusta apuntarse a un bombardeo, si lleva ella el avión, si aparece me voy, menudo tostón oír sus historias y ver sus abrigos de cadáver falso y cómo grita. Tengo que llamar a Pili y convencerla, total puede dejar a su madre un par de horas, pobre. Seguro que cuando vuelvo la casa se ha encogido, es lo que me parece cuando salgo y no la veo todo el día. Volveré antes de que Quique se ponga la capa de la invisibilidad y no pueda hablar con él. A ver por qué libro empezamos…
Interesante título del Post, grande Silvio.
Grande la Soledad.