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Posts Tagged ‘Libroterapia’

 

Claire Fontaine, mis favoritos  En rojo, formato muy útil.

 

     Un tópico de seudobuenlector es aquello de  «me encanta el olor a tinta» , «a libro nuevo», etc. al igual que los no-lectores se agarran a aquello de «¡qué caros son los libros!», yo no soy ni una cosa ni otra. En cuanto a papel, me gustan las papelerías con cartulinas, hojas de distinta textura, papeles decorados, sobres…todo muy colorido y abundante. Babeo igual que lo hago en una buena ferretería llena de cajoncitos con sabe dios qué pegado en el frente, todo de madera o en una mercería,  cambiando los tornillos por hilos, gomas y encajes. Ya lo sé, otro tópico, pues sí.  En el caso del papel, disfruto coleccionando libretas, libretitas, plumas, bolígrafos, etc. Son mis souvenirs en los viajes a cualquier sitio. Os dejo testimonio de una antigua alma gemela también preocupada por el papel, plumas y todo eso…San Isidoro:

Del papel

En la ciudad de Menfis, de Egipto, fue donde primeramente se usó el papel; ya dijo Lucano (4, 135): (…) «Las cartas se hacen en Menfis con papel que absorbe.» Llama al papel húmedo bibula porque absorbe el agua.

(…)

De los pergaminos

        Los reyes de Pérgamo fueron los primeros que, cuando necesitaban escribir, usaron membranas, que de su origen recibieron el nombre de pergamino, que conservan hasta hoy. Se llaman membranas porque se obtienen de miembros de animales.

        Primeramente se hacían de color amarillo; después aparecieron en Roma los pergaminos blancos, comprobándose que no eran convenientes, ya porque fácilmente se manchaban, ya porque dañaban la vista de los lectores, cosa que era tenida también cuenta, que los arquitectos de más nombre prohibían poner en las bibliotecas techos dorados y pavimentos que no fueran de mármol de Caristo, porque este mármol, con su color verde, apagaba el fulgor del oro y era alivio para los ojos.

        Por esta razón los cambistas ponen sus denarios sobre paños verdes y los tallistas de gemas tienen ante los ojos dorsos de escarabajos, que son muy verdes, y los pintores hacen lo mismo, para que descanse la vista, con el color verde, en medio del trabajo.

        Las membranas son blancas, terrosas (amarillentas) o purpúreas. La blanca es el color natural; la terrosa es de dos colores: se tiñe por una parte color de amarillo, acerca de lo cual dice Persio (Sal, 3, 10): (…) «Ya está el líber, y la membrana de doble color limpiada de pelos.»

        La purpúrea es la que se tiñe de color rojo, para que destaque en ella el oro y plata de las letras.

De la manera de hacer los libros

Algunas clases de libros entre los gentiles tenían determinado tamaño. Los versos y epístolas tenían forma más pequeña; pero las historias se escribían en libros mayores, y no solamente en papel o membrana, sino en membrana hecha del redaño de los elefantes, y también con un papel formado de hojas de malvas y palmeras.

        De esta clase hace mención Cinna cuando dice (11): (…) «Te he traído en calidad de regalo, en una navecilla prusiaca, estos versos muy trabajados al resplandor de lámparas arateas, por las cuales conocemos los fuegos aéreos, y están escritos en un seco papel de ligera malva.»)

        La práctica de recortar los libros existió primeramente en Sicilia; pues al principio sólo se alisaban. De donde dice Catulo (1,1): (…) « ¿A quién regalo este nuevo librito de gracia alisado con la seca piedra pómez?»

De los nombres de los libros

        Códex (códice) se llama el libro de un solo volumen, aunque contenga varias obras. Se llama códex por traslación, tomado de caudex, tronco de los árboles, que se compone de muchas ramas; así también el códex tiene muchos libros.

        Volumen (rollo): se llama a volvendo, de revolver, y así se dice entre los hebreos el volumen de la ley y los volúmenes de los profetas.

        Líber es la membrana que tienen los árboles entre la corteza y la madera; de ella dice Virgilio (EgL, 10, v. 67): (…) «El liber se seca en el alto olmo.» De aquí vino el nombre de libro, porque antes del uso del papel y membrana animal se hacían los libros de esta membrana vegetal, que se llama liber, de ahí también que a os copistas se les llamara librarios.

De los que hacían los libros y sus instrumentos

        Los librarios (copistas) antes se llamaban bibliopolas, del griego biblon. Los librarios se llaman también anticuarios’, pero propiamente librarios son los que escriben tanto los libros antiguos como los nuevos, y anticuarios los que solamente copiaban los antiguos, y de ahí tomaron su nombre.

        El nombre de escriba, o escribiente, viene de escribiendo, expresando su oficio el mismo vocablo.

        Los instrumentos del escriba son la caña y la pluma. El primero está tomado del reino vegetal, y la pluma es de ave. Su extremidad se divide en dos, conservando la unidad de la pluma, significando que en aquella división que se hace en el extremo fino de la pluma se representan el Antiguo y el Nuevo Testamento, con los cuales se expresa el sacramento de la palabra, difundida por la sangre de la pasión.

        Se llama cálamo porque pone la tinta sobre el papel. Los marinos usan este verbo calare en el significado de poner.

        Penna (pluma) viene a apendendo, esto es, volando. Pues, como se dijo, son pluma de ave.

        Folia (hojas) de los libros. Se llaman así o por la semejanza con las de los árboles, o porque se hacían exfollibus, de fuelles, esto es, de pieles de animales. Las caras de estas hojas se llaman páginas, porque compinguntur, van unidas.

        Verso, llamado así por el vulgo porque se escribía a semejanza de como se ara la tierra: empezaban llevando el estilo de izquierda a derecha, después lo llevaban más abajo, y empezaban de nuevo el movimiento otra vez a la derecha; y a la vuelta que dan los bueyes cuando aran para empezar otro surco le llaman los rústicos verso.

        Scheda (esquela): se llama así el escrito que está sometido a corrección y no está aún redactado en libros. Es vocablo griego, como también es griega la palabra tomo.

Lo he tomado prestado de la Historia de la Literatura universal, de Martín de Riquer y J.M. Valverde, de los pocos libros formato enciclopedia que han entrado en mi casa, es decir, que se lee aunque sea incómodo, no sé si han editado un formato más ligero.

 

San Isidoro no habló de ellos de milagro.

San Isidoro no habló de ellos de milagro.

http://www.clairefontaine.com/Clairefontaine-Rhodia/Les-filiales/Clairefontaine-France.html

 

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¡Qué frío! Me da pereza asomarme a las ventanas blogueras, pero me pueden las ganas de cotillear. Como decía en la ventana anterior, ya tengo mi La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, promete: 749 páginas. Estupendo para el próximo puente. Parece que la tercera parte no va a tardar mucho. No lo he empezado, es una Loli-norma: Cuando se empieza un libro tan emocionante es para leerlo del tirón. De lo que quería hablar es de los anuncios que llegan anticipando la navidad. Los de siempre, perfumes, juguetes…Y uno que odio: el de los bombones, sea quien sea la anfitriona que los ofrece en una perfecta pirámide de pelotitas doradas. Siempre es igual, pero igual de malo. Además, los bombones también son malos, con una pasta de galleta para que no se espachurre la odiosa pirámide de la señora de plástico, con trocitos de ¿almendra? Para que nos hagan atragantarnos y toser, siempre hacen toser. Es un peligo ir de visita en estas fechas por el alto número de posibilidades de que te ofrezcan un bombón de estos, te obliga a decir verdades a medias: las muelas, la dieta, voy a comer pronto…

Ahora los buenos, como esperado, el de la lotería, siempre es bueno, lo cambian y podemos superar que haya desaparecido el señor calvo.


 

Pero mi anuncio preferido esta vez es de coches. Me produce cierta contradicción, varios anuncios estupendos y, al mismo tiempo, noticias continuas de despidos. Me refiero al coche “que juega con la ciudad”

 

 

 

Siempre son buenos los de Martini, construyen pequeñas historias, nos tienen acostumbrados, así que cuando aparecen te dispones a ver qué cuentan esta vez. Es de los pocos con personaje famoso que no resulta fuera de sitio, interpreta su papel, no solo pone su cara bonita, que la tiene.


 

No sé si realmente esto vende, lo del famoso en los anuncios, la mayoría me resultan pedantes, sobre todo cuando se trata de buenas obras.  La reacción lógica es la de …y este qué me va a contar, al menos entre mis vecinas, que la crisis se nota en unos más que en otros; siempre fastidia que los privilegiados por la vida encima hagan de Pepitos grillo del resto. Siguiendo con mi antimitomanía compulsiva, anuncios que dan mucha pereza, los de discos, siempre los mismos con la decimonovena versión de lo mismo, así ya se puede y si no se cantan unos a otros, en fin cada uno hace lo que puede, pero aburren. ¿Alguien los compra? ¿Por qué no se anuncian libros, salvo los premios Planeta? ¿Será que se venden solos?

Por cierto, para otro día, una buena noticia: Juan Marsé gana el premio Cervantes. Merece espacio propio.  Bueno, cierro la ventana que se me enfría el Blog.


ventana

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¡Ya salió!

    la chica que soñaba...  

 Ya salió,  La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina  está en las librerías, voy volando a por el mío.

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Estoy inquieta. He terminado La historia que me escribe de Fernando Trías de Bés. Desde entonces no he dejado de mirar por encima del hombro, de espiar por las ventanas de mi Blog, no sé…

Voy a mi libro. El punto de partida es este:

El mundo no es más que una realidad imaginada, lo que implica que ambas dimensiones, realidad y ficción, están conectadas. pág.29

Es uno de los temas emocionantes para cualquier lector como dios manda, más si vive en Internet. Un escritor se ve abocado a escribir un libro que lo va a atrapar, engullir dicen ellos, y acabar con él. Su vida, desde que un extraño grupo le propone llevar a la literatura los dibujos de Escher, consiste en huir de esta propuesta, en evitar ser alcanzado por ¿la ficción, la realidad?

 …un juego entre imaginación y realidad con la capacidad de transformar esta última. pág.34

Consigue ganar dieciocho años en esta persecución. Al comienzo del libro te sitúan muy bien en la idea a través de Escher, La cinta de Moebius…

Perfecta analogía gráfica de nuestras ideas. pág.40

Pasa poco más de un tercio de la novela en la huida, con la aparición esporádica de personajes o hechos relacionados con la propuesta inicial. A partir de aquí tiene que rendirse, definitivamente atrapado va a una cita demorada durante toda su vida. El libro va sorprendiendo, porque es una idea difícil de mantener en una novela, pero lo consigue, no es previsible nada de lo que ocurre, ni por donde te lleva(cuidado con los listillos, hay que leerla entera). Los espacios tienen un realismo en su descripción que te permite verlos y visitarlos, pero siempre manteniendo una atmósfera de falso escenario que es la que siente el protagonista, como en El Show de Truman o Pleasantville, eso sí en el mundo de Escher.

Otra trama en la obra es la novela que escribe el protagonista, va dando pequeñas lecciones sobre cómo escribir una novela de éxito, hasta que…

Era como si la novela estuviese adquiriendo cierta voluntad, como si estuviese cobrando vida. pág.142.

Planteamiento imprescindible en este tema, al fin y al cabo, estamos leyendo la novela sobre un escritor de novelas a quien le encargan escribir la novela definitiva que lo convertirá en personaje de novela. Aparecen más personajes atrapados en este juego imaginación-realidad como un quijotesco médico de quien se afirma que:

 La imaginación invadía su realidad. pág.193.

Realmente la estructura de la novela y, sobre todo, el final, responde a la idea de la cinta de Moebius. No os la perdáis. Yo voy a seguir indagando sobre mi realidad ¿realmente vivo aquí en el barrio WordPress, en esta casa llena de ventanas, con mi Dani y Quique…? Es emocionante pensar que quizás alguien me esté inventando y lo lea todo por mí. Me he dado una vuelta por Internet, aprovechando el final del otoño y he encontrado algunas cosas: un vídeo donde el autor de la novela habla sobre ella y como hay gente pa tó, unas construcciones de Escher con legos. Páginas con los dibujos de Escher hay muchas, mi favorito es este:

 

¿Quién nos mira?

¿Quién nos mira?

 

 

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He salido de un libro como si hubiese vuelto de un viaje estupendo: Contenta, relajada y pegada todavía a los lugares y personas que he visitado. La mejor forma que se me ocurre de explicar qué es para mí leer es una imagen bastante tópica que recuerdo de los programas infantiles de mis tiempos, chipiritifláuticos y cía. Un libro enorme, abrían la tapa y se metían dentro, salían de la misma forma.

Vengo de ver campos, granjas, animales, París, aeropuertos, conocer personajes en crisis, niños, relaciones poco frecuentes…

Había leído todo lo que había escrito Anna Gavalda hasta ahora, no es mucho, pero muy bueno o, al menos, para mí lo es. En estos casos de escritores que no tienen mucha obra y me gustan, me queda cierto temor ¿volverá a escribir, lo hará igual de bien, cambiará de estilo, de temas? Pues lo hace mucho mejor y en su tema: Vuelve a mostrarnos su concepto peculiar de “familia”: personajes que, generalmente, ya no buscan ni esperan nada encuentran a otros en la misma situación.  En este libro conocemos a hombres en crisis, huérfanos, mujeres solitarias, mujeres solas con sus hijos, ancianos…Cuando sus vidas se cruzan, se reconocen, saben que son de la misma “familia” y continúan su vida como tal.  Ya sabéis que lo de contar argumentos va en contra de mis principios de lectora (a leerse las solapas del libro, no pienso copiar y pegar) intentaré no hacerlo. En el libro alterna una parte bastante angustiosa, centrada en un personaje, va cambiando un narrador en tercera persona con la primera persona, un monólogo interior en bastantes ocasiones, incluso una segunda persona. Cuando ya te ha transmitido ese agobio, desconcierta el número de páginas que quedan porque no se te ocurre cómo puede seguir esa historia, incluso que no vaya a acabar allí mismo. Este personaje ya había encontrado y perdido esa “familia”. Entonces…sorpresa, sale de ciudades y aeropuertos, te lleva al campo y hay una sobredosis de naturaleza, de vida,  se siente ese cansancio agradable que deja “el campo” a personas acostumbradas a la ciudad.  A estas alturas ya no puedes soltar el libro ni por una urgencia hasta que se acaba, te dan ganas de abrir la tapa y volver otra vez.  No puedo saber si la traducción es buena, pero en español suena muy bien. Lo que no cuadra es el título. En francés es La consolante y se explica perfectamente casi al final, no creo destripar nada, quien no quiera leerlo…punto final. Se refiere a una partida de cartas en la que ya no se juega nada, para resumir. No sé si en español hay una palabra, sería algo así como “partida de consolación” que es un título perfecto.

-Pues… está la primera partida, la segunda, luego la decisiva, después la revancha y, por último, la del consuelo. Es una partida en la que ya nadie se juega nada… Una partida sin competición, sin perdedores… Por el placer de jugar y ya está…pág.505

Y ahora… ¿qué leo yo? os dejo, vecinos. Voy a ojear mis pilas de librossinleer, algo habrá. Si no volveremos a los seguros.

Un aperitivo:

 

 Había esperado hasta tener cuarenta y siete  años para comprender lo que celebraba (…)  cuando lo mandaba todo a paseo con la excusa de que aún estaban vivos. pág. 376

 Ese señor (…), con sus gallinas, sus vacas, el viejo caballo que le habían encargado que cuidara, su perrito y su caos enorme se convirtió en nuestra nueva familia. Por primera vez, me sentía bien. Protegida. Tenía la impresión de que nada malo podía aguardarnos detrás de esas tapias, que el resto del mundo estaba al otro lado del foso…pág.403.

 Todas las personas a las que quería en este mundo estaban junto a él, y no podía soñar, imaginar, concebir o dibujar nada más.

Absolutamente nada. pág.506     

 -¿Por qué no viniste a verla más a menudo? Tú que siempre nos repetías una y otra vez que a la verdadera familia la conoce uno en el camino…pág.426

 (…)se dio cuenta de que había hecho todo el trayecto de ida obsesionado por la muerte, y el de vuelta, estupefacto ante la vida. pág.435

(…)Y, sin embargo creo en la aristocracia. Si es el término exacto, y si es que puede emplearlo un demócrata. No en una aristocracia basada en el rango y la influencia, sino en la de las personas solícitas, discretas y valientes. Los miembos de esa aristocracia se encuentran en todas las naciones, en el seno de todas las clases sociales y en todas las edades. Y hay una suerte de complicidad secreta entre ellos cuando se cruzan unos con otros. Representan a la única y verdadera tradición humana, la única victoria permanente de nuestra extraña raza sobre la crueldad y el caos. pág.426

 

 

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  Sigo leyendo Ritos de muerte, la primera novela del personaje de Petra Delicado y, como si esta inercia veraniega quisiera hacerme más ligera la llegada del nuevo curso, aparece una nueva entrega de José Mª Guelbenzu protagonizada por la jueza Mariana de Marco: Un asesinato piadoso. Vi el anuncio en la página de la editorial para el 3 de septiembre y me he lanzado a la calle a por ella. Cómo me gusta que salgan continuaciones de novelas o personajes que me han atrapado. Cómo me gusta que los escritores escriban. Total,  que he decidido intentarlo en las pocas librerías de mi barrio. Para que luego digan, lo he encontrado en la librería de Hipercor, no en otras, así que de tirón he comprado el libro, aceite y el segundo plato. No tengo manías con la compra de libros, los compro donde estén y ya ves.

 La portada invita todavía más a leerlo, me suelen gustar las dedicadas a estas novelas en Alfaguara, luego, en las ediciones de bolsillo las han fastidiado. El título también es sugerente, siempre hay un matiz peculiar en los asesinatos de estas novelas, por ejemplo, saber quién es el asesino desde el principio o, creo recordar, no saber si hay muerto. Voy a terminar Ritos de muerte rápidamente para empezar esta. No se pueden mezclar lecturas de detectives a estas edades, me saldría otra novela. 

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Como contaba ayer terminé esta novela apesadumbrada y con ganas de más. Todavía me ronda por la cabeza, veo la portada como algo familiar. Es extraña, de esas ilustraciones que no sabes si te gustan o no, resulta inquietante, pero precisa una vez leída, al igual que el título. Me gusta el fondo oscuro y el personaje elegido que, desde luego, no queda retratado, nos muestra lo esencial: es rara, desproporcionada, con un cuerpo que identificamos con Lisbeth, aunque le faltan otros rasgos para ser totalmente ella; un rostro desafiante, hermético que contrasta con su situación de víctima “atada de pies y manos”, clavándonos la mirada, su ropa tampoco es la habitual del personaje, solo en un momento puntual de la novela.

Me he dado una vuelta por estos barrios weberos, movida por la curiosidad de ver cómo habían hecho las portadas en otros países.

El resultado ha sido este: La portada francesa tiene en común el fondo negro y como imagen la misma referencia a Lisbeth, pero encarnada en la niña de los Adams, lo inquietante es el collar de cabecitas que lleva puesto. En la edición británica de nuevo Lisbeth, esta vez una imagen real, destacando su tatuaje y con otro título, no la entiendo, ¿por qué cambian el título y destacan algo que puede despistar? no es este el tatuaje que conocemos, en la novela, quizás lo haya olvidado, pero se hace el del tobillo por un hecho importante y hay otro que no voy a recordar para no destripar un episodio. He buscado la edición original y creo que es esta, el título también suena igual. Reproducen la portada del periódico en las tres novelas, con diferentes ilustraciones. Me gusta, refleja el entramado social donde se mueven y nos mete en el mundo de la ficción.

 Esta novela sería un buen punto de partida para una serie, demasiado larga y con detalles importantes para una película. Es muy visual, quiero decir que hay descripciones y situaciones que inmediatamente las ves a como si te las mostrase una cámara. Sería americana, la serie, por el presupuesto. Y los actores… no sé no conozco a todos, de los de siempre, Mikael un guaperas-irresistible con cara de bueno tipo George Clooney o el Robert Redford de Todos los hombres del presidente, o alguien así. Lisbeth ya es más complicada, también de los de siempre me viene a la cabeza Helena Bonham Carter; además, si buscan a una actriz americana tendrá que adelgazar 30 kilos en un mes y tendremos un disgusto.

  Bueno, dejo mis lucubraciones y paso página. Para no dejar el verano de golpe, que es duro, seguiré con los detectives. Empiezo Ritos de muerte de Alicia Giménez Bartlett, no he leído ninguna ni vi la serie televisiva de Petra Delicado basada en ellas. No me gustan, en general, las series de policías ni españolas, ni foráneas estilo CSI; la gracia es el tipo de personajes que aparecen, su forma peculiar de ver la vida, cómo se relacionan y se mueven en su entorno social…vamos lo que hay que quitar en las series. No tengo estómago para ver cadáveres y vísceras porque sí. Con la precaución de tener a mano varias novelas de este personaje, las leeré rápido y daré por concluido el verano.

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Pandora en el congo 

 Todo el barrio se ha puesto de otoño. Ha llegado, como casi todo en la vida, os lo digo yo que soy ya otoñal, de repente.  Me han entrado pensamientos melancólicos en los que me encuentro muy a gusto. Para no darle a este asunto matices invernales, contaré una de esas ocurrencias, que diría mi vecina Rosa, que te vienen en momentos de relativa calma.  Me he topado con un libro que había dejado empezado antes del verano y ha desatado mis añoranzas. Es sabido por todos, hasta en la tele lo dicen, que los olores, las canciones…quedan asociados a momentos de nuestra vida hasta tal punto que, cuando aparecen los ya vividos, nos llevan allí impregnados de una nostalgia imposible ya de desligar. Con los libros ocurre lo mismo. Siempre hay algún libro ligado a espacios y tiempos ya transitados. Para mí, en el caso de los lugares, con los libros he transportado la paciencia, que no es una de mis virtudes aunque tengo varios masteres en la materia. Por ejemplo, hay libros de hospitales que me han acompañado cuando he tenido que cuidar a algún familiar enfermo con pocas ganas de conversación y muchas horas por delante. Mi bolsa de emergencias siempre contenía dos o tres libros, mi cuaderno, caramelos y una radio pequeña, con auriculares, claro (Afortunadamente mi Ipod no ha cumplido hasta ahora estas misiones) De estos recuerdo algunos: Gore Vidal: Myra Breckinridge y Myron, tan entretenida  estuve en el hospital cuidando a una de mis tías, hace más de veinte años y aún me acuerdo; de hospitales más cercanos son La aventura del tocador de señoras de Eduardo Mendoza y El guitarrista de Luis Landero. También hay libros que hacen soportar viajes largos, con esperas tediosas y, si son para el trayecto, sólo en tren, es el único medio de transporte que no marea. Luego, hay dosis más pequeñas de paciencia que llevar: salas de espera del médico, o momentos en los simplemente hay que esperar en un sitio. Ya hablé de los cuentos para estas ocasiones. Otros recuerdos que traen los libros son a quien te lo regaló o recomendó, se convierte en una presencia que te acompaña durante la lectura. También tienen pasado, tiempo guardado en sus hojas; cada momento de la vida tiene sus libros y si no tienes demasiada memoria, como me ocurre a mí, puedes recuperarte a través de lo que has leído.  ¿A qué viene esto? Además de la llegada de la melancolía en la que me sumerjo y empapo, viene por el encuentro del libro que he mencionado al principio. Es Pandora en el Congo y lo leía en paradas de paciencia diversas antes de llegar el verano, estaba forrado con un folio de cuadros para poder anotar y desapareció al emprender nuevas actividades. Lo he retomado como libro de paciencia y con su dosis de añoranza de lugares y situaciones pasadas por las que no volveré a transitar. El libro es divertido. Tiene descripciones muy ingeniosas. Si has leído La piel fría, no te sorprende tanto, pero se lee con gusto y tiene cierto toque de tebeo (en mi niñez no había cómics) que resulta gracioso. Lo mejor, los personajes. Como destripar argumentos me parece de gente sin fundamento ninguno, dejo alguna muestra de Pandora:

Mantener una conversación con ella era como pasear por un bosque de cactus. Tenía una voz áspera, remota, era como oír a una momia que nos amenazase desde ultratumba por incumplir algún tabú sagrado (Pág.37)

Habla de la casera. Su tortuga no se queda atrás…

Era angustioso verla, más delgada que una salchicha y con la piel de reptil tensada a lo largo de su cuerpo…corría como un escarabajo (Pág.39)  

Me voy con mis melancolías a supervisar los deberes, siempre inexistentes o tiraos, de Dani.

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Tuve que reconocer ante Dani y el Pirri, que estaba en la webcam (¿en qué pueblo estará, Villanueva Valley?) que me había gustado todo Harry Potter. Y es verdad.                     
Es una historia bien planteada, antes de ser escrita. Cada libro corresponde a un curso en Howarts, son siete. El argumento avanza de forma unitaria, por ejemplo, un personaje, Dumbledore, desaparece por un tiempo de Howarts en los primeros libros y no nos enteramos hasta el último por qué y dónde estaba.Todo va encajando a medida que vamos leyendo.
  
 
Los personajes son coherentes. Todos tienen claroscuros. La razón de sus actuaciones y reacciones está en sus propias historias personales, incluidas las que quedan fuera del tiempo de la historia que se cuenta, sobre todo en el séptimo libro. Son más complejos y con más recovecos ocultos los más mayores, Dumbledore, Snape, pero también los niños, Longbottom quién lo iba a decir. Conocemos la historia de todos ellos, la ambición de Dumbledore, tenemos las mismas dudas e incertidumbre que Harry en los últimos momentos de su aventura. Snape, uno de mis personajes favoritos, ¿bueno, malo…? Hay que leerlo hasta el final, es sorprendente. Los maravillosos padres de Harry se van descubriendo como personas normales. La familia Weasly con el atractivo de las familias numerosas, sobre todo para niños solitarios como Harry. Incluso los Malfoy son reales, por desgracia.
                                                                                                      
El ambiente perfecto: magia puesta en la vida cotidiana. Van a clase de Adivinación con la misma desgana que podrían ir a Taller de matemáticas, a Pociones como quien va a clase de Lengua, con ese profesor horrible, y en lugar de dar veinte vueltas al patio a golpe de silbato, practican vuelo con escobas aunque lo que más les gusta es el quidditch. Aparecen hipogrifos, unicornios, basiliscos, centauros, gigantes,  un fénix o un perro con tres cabezas, guardando la piedra filosofal, junto a una espada mágica y un hombre con dos caras o un troll, entre otros seres y objetos mágicos que tienen su origen en la mitología, los bestiarios o en el folklore más antiguo. Eso que tenemos adelantado ¿Quién olvida un hipogrifo una vez lo conoce?   Los libros de niños en colegios,  metidos en aventuras,  siempre han sido un valor seguro desde Enid Blyton, por no remontarme más allá de mi propia memoria. Yo los hubiera leído encantada a los once o doce años. He rejuvenecido por unos días. 

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    La piedra filosofal

No sé si esto me va a alejar de los círculos más intelectuales del barrio. Pero yo estoy aquí para contar lo que leo.  Hace poco más de una semana vinieron a despedirse mi amiga Pili y su niña, que se iban a la playa. Me trajeron, a traición, y en connivencia con mi Dani, el primer libro de Harry Potter. Estaban todos empeñados en que lo tenía que leer. Yo había visto las pertinentes películas para tener un tema de conversación con mi vástago, incluso le compré los libros, el primero lo sacó de la biblioteca y le gustó. Los he hojeado a veces, pero nada más. Los libros de adolescentes me dan mucha pereza. A ver este año qué le hacen leer al niño, miedo me da. Esto lo contaré otro día. Con la excusa de la última película me convencieron y prometí por mi honor que lo intentaría, con toda mi voluntad lectora.   Ahí va la experiencia. Empezamos mal. No sé si la traducción, si yo que tenía pocas ganas…

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso.

Claro, digo yo, que tendrá que ver el cuello con el bigote, ese aunque me hizo despotricar un rato, pero seguí, como las de la tele, por mi hijo. Cuatro o cinco hojas más y…

Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín.

Nuevo escollo. Yo, para leer, tengo que verlo todo, como tercer ojo no tengo, a través de los datos que me han aportado mis sentidos normales ¿Cómo veo yo un gato sentado en la pared de un jardín? ¿pegado como Spiderman? ¿delante de la pared? ¿sobre la pared, cómo es esa pared, no será una tapia, muro o como poco un poyo? Bueno, oye, sigamos, estaba sentado el gato y punto. Yo estaba sentada también, con mis gafas progresivas para controlarlo todo bien, en el salón donde mi niño y su papá ven la televisión; no leo allí, sino en mi rincón, como ya he contado, pero no quería que mi empeño pasase desapercibido. Mejor hubiera sido. Nosotros somos de los que expresan sus frustraciones en voz alta. Lo del aunque, lo del gato y cuatro o cinco cosillas más, las solté como para mí…La que se organizó…Dani me llamó prejuiciosa y listilla, que para rato se leía mis recomendaciones, que se iba a comprar la colección entera de Pesadillas y luego dejaría la lectura para toda la vida…y que se iba a casa del Pirri que su madre no leía y no le daba la brasa; yo argumentando a mi favor y el padre de la criatura que no sabía si era una pesadilla de siesta o la vida misma, cuando se enteró, se fue a la cama.   Pasamos unos días de relaciones distantes, en los que yo volví a mi rincón y a mis gafas de cerca con el dichoso Harry. Terminé el primero, Harry Potter y la piedra filosofal, digo, pues oye voy a leer el segundo y así hago méritos. Mi niño lo tenía en la estantería, pues lo leí…Para que nos vamos a engañar, estaba enganchada a la historia, cayó la Cámara secreta, mejor traducido también… iba yo a dejar a Harry después de haber matado a un basilisco, vencido al malo, que desapareció…otro El prisionero de Azkaban…Este ya da más miedo, pero seguí y al cuarto libro…yo ya no podía vivir sin saber cómo terminaba la historia, me levantaba al tercer ronquido de Quique para seguir leyendo, llevaba los libros por todas partes…  Ellos me miraban, primero con una sonrisilla de ya, ya, la listilla, después con extrañeza, iba casi a libro por día. Acabé El cáliz de fuego un sábado justo cuando Quique anunciaba la cena. Fui a buscar los siguientes, para tenerlos a la vista, el niño que lo adivinó, me dijo que ni me molestase que esos no los teníamos, que se los había prestado el Pirri, ese niño cuya madre no lee, y que estaba en el pueblo hasta septiembre. Casi me da un desmayo. Mi niño que me conoce, gritó “A Hipercor que aún queda media hora” y nos lanzamos los dos a la calle como prófugos; nunca me ha parecido el ascensor tan lento, ni las escaleras tan poco automáticas, llegamos a los libros y…estaban La Orden del Fénix y El Misterio del príncipe, dijo Dani como experto en el tema. Volvimos victoriosos, yo agarrada a la bolsa como a un salvavidas. Al día siguiente, en un descanso de lectura, mi niño me enseñó el último que había bajado, traducido, de un blog. Lo llené de besos. Para dar fin a la aventura, terminé los de papel, leí el otro en mi portátil sentada en la terraza hasta las tantas de la madrugada y mi niño y yo tuvimos tema de conversación para una temporada.Las reliquias de la muerte

  

 

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